martes, 2 de octubre de 2007

Cuando el Tigre de Pi me miró.

Ante todo agradecer la buena tarde que hemos pasado. Lo interesante de una buena reunión es aquella que te permite seguir con el sentimiento de vacío, con ese debate interno.

Hoy se ha hablado, entre muchas otras cosas, de un libro muy interesante, o al menos me lo ha parecido. Dicho libro, La Vida de Pi, nos narra la aventura que vive un individuo cuando se encuentra en una balsa, en medio del Atlántico y como compañero un tigre. A priori, nos podría parecer una historia no menos que estúpida que nos alegraría una tarde de aburrimiento, pero profundizando en la temática y acompañada de mis divagaciones, ha despertado una serie de cuestiones que me gustaría mostrar.

Supongamos que nosotros somos el protagonista de la novela, frente a ese inmenso tigre que aquí será nuestro sentimiento de culpa. El gran Atlántico, nuestras circunstancias directas, aquellas que influyen en nosotros de una forma compacta; e indirectas, aquellas que nos llegan de una forma más sutil pero que cumplen de igual modo sus función que nos es otra que hacer muescas en nosotros mismos.

Del sentimiento de culpa no somos conscientes hasta el momento que se nos recrimina o tacha o culpa o recomienda o (infinitos o) aquella conducta que es inmoral para el sistema que nos establecen a nuestro alrededor, reitero en hablar desde la postura de aquel que desconoce el sentimiento de culpa, sentimiento muy necesario para el constructo humano. Recordemos que nos movemos por una pacto de sadomasoquismo donde hoy me toca desear sufrir y mañana me toca sufrir deseos.

Esto nos lleva a seguir con nuestra historia de tigres, náufragos y grandes oceanos de tiempo y culpa. Cuando nos abren los ojos y nos enseñan que nuestra culpa no es mas que un gran tigre, el cual tarde o temprano tendrá hambre, sentimos que no somos más que eso, alimiento de tigre, y esto nos puede llevar a varias vías ante la problemática con la que nos encontramos:

a) Luchar contra el gran felino.

b) Saltar al mar y enfrentarnos al Atlántico.

c) Pensar en una solución.

Tomemos la solución que tomemos, el tigre sigue ahí. Ninguna de ellas me va a permitir matar al tigre. La primera opción no es más que acabar con mis sufrimientos, y si yo muero, muere el tigre. Ya que el grado de categoría que yo le doy, desaparece en el instante que dejo de existir.

La segunda opción dependerá de mi capacidad de natación frente a un oceano de prejuicios y autoculpas. ¿Durante cuánto tiempo seré capaz de luchar contra corriente? No olvidemos que el tigre es uno de los pocos felinos que ni temen al agua ni temen cazar en ella y que si ya ha atacado a un humano, le pierde el miedo este. Por tanto, si saltamos a ese mar de reproches, si nuestra culpa a rayas tiene hambre, saltará tras nosotros. Esto nos lleva a la opción a), nuevamente.

La tercera opción es pensar cómo salir de ese atolladero. Esto nos lleva a la reflexión, a pensar cuáles son nuestras posibilidades y ser capaces de llegar a comprender qué es lo que realmente tenemos frente a nosotros. ¿Es esta la mejor de las opciones? Posiblemente no. Pero como bien dijo aquel pensador alemán << El que lucha con monstruos debería evitar convertirse en uno de ellos en el proceso. Y cuando miras al Abismo, Él también mira dentro de ti.>>

No somos alimento de tigre. Ni somos dos entes separados. Ni somos ajenos a ese Atlántico, que si bien es misericordioso con el protagonista de la novela, con nosotros no deja de ser lo que es, esa fuerza que nos transforma a su imagen y semejanza. Somos un conjunto de cuerpos rotos que necesitamos recomponernos y volvernos a romper. Necesitamos de esa relación sadomasoquista. Necesitamos que el Tigre nos mire para vernos reflejados en sus pupilas. Y será en ese momento, cuando nuestra piel se torne a rayas y nos bebamos el Atlántico...

Muchas gracias.
Eduardo Vergara Aguilar, Sin palabras desde el Infierno.

3 comentarios:

santi dijo...

la extraña metamorfosis, esa que irrumpe en la genetica del solitario náufrago y lo transforma en borgiano depredador, esa que ha resuelto en un juego malavar el conflicto que apriori parecía irresoluble, no es otra que el autentico problema social. El poder y su discurso han obtenido como premio 400 kilos de depredador, han conseguido que la voluntad se identifique con un objetivo ficcticio y han transformado la disolución del individuo en la aparente salida, en la solución más factible. Mirad al tigre y contemplad el ingente azul, pero antes de sacar vuestras garras, antes de hacerlo desaparecer y beberos el oceano, preguntaros esto: hasta que punto el tigre es un enemigo, hasta que punto el oceano es un elemento hostil, y hasta que punto estaríais dispuestos a creer que vuestar siguiente decisión es la resolución de este aparente conflicto. la identidad no la jirona el hado, lejos de eso, es nuestra libertad la que transforma las palabras y hace que el tigre converse con pi sobre chesterton y el extraño caso De Worms, y que el oceano vire la barcaza hacia una biblioteca donde aquellos que aun sienten el mundo vivo fatigan los versos del viejo Whitman. La ilusión del destino que diría Amartya Sen, la ilusión de la culpabilidad que diría el malogrado Joseph K., esa que inserta el discurso según Foucault hasta hacernos verdugo y reo de una batalla ilusoria. Transformad con las palabras el mundo, desenmascarad a aquellos que suscitan lo irremediable, y tomaros un té, igual el tigre de Borges aparece para revelaros cual aleph los secretos del insondable mundo

santi dijo...

la extraña metamorfosis, esa que irrumpe en la genetica del solitario naufrago y lo transforma en borgiano depredador, esa que ha resuelto en un juego malavar el conflicto que apriori parecía irresoluble, no es otra que el autentico problema social. El poder y su discurso han obtenido como premio 400 kilos de depredador, han conseguido que la voluntad se identifique con un objetivo ficcticio y han transformado la disolución del individuo en la aparente salida, en la solución más factible. Mirad al tigre y contemplad el ingente azul, pero antes de sacar vuestras garras, antes de hacerlo desaparecer y beberos el oceano, preguntaros esto: hasta que punto el tigre es un enemigo, hasta que punto el oceano es un elemento hostil, y hasta que punto estaríais dispuestos a creer que vuestar siguiente decisión es la resolución de este aparente conflicto. la identidad no la jirona el hado, lejos de eso, es nuestra libertad la que transforma las palabras y hace que el tigre converse con pi sobre chesterton y el extraño caso De Worms, y quye el oceano vire la barcaza hacia una biblioteca donde aquellos que aun sienten el mundo vivo fatigan los versos del viejo Whitman

Eduardo Vergara Aguilar dijo...

Buenas tardes y gracias por el interés mostrado.

Ante todo me quito el sombrero. Hay que reconocer que es precioso, bien redactado y con un toque poético de gran profundidad, al igual que la reflexión que haces del texto. Sin embargo, creo que has malentendido la dirección de mi planteamieno, o yo no me explicado bien. En ningún momento defiendo que el tigre sea nuestro enemigo o amigo, si lo conocemos o desconocemos, es más, el ubicarlo en alguna de estas categorías o etiquetas es lo que hace que nos enfrentemos a él de una forma u otra, y es el arrebato de la ignorancia hacia aquello que no conocemos lo que hace que nos devore. Si mal no recuerdo, el propósito de nuestro grupo es limar esas etiquetas que nos intentan imponer elementos exteriores que se diluyen en nuestro interior y que son verdaderas murallas difícil de saltar. Esos elementos exteriores es lo que visto reflejado en el Atlántico de Pi.

Sobre el inmenso mar, ya su propia inmensidad hace que entremos en una línea de incertidumbre, donde cada cual se puede convertir en naufrago o marinero, pues, nuevamente, será el conocimiento el que nos permita conocer los secretos del gigante azul. Y te invito a que releas el final de mi texto y verás que no hay rechazo, ni lucha, sino ancias de conocimiento.

Cuando conozcamos al tigre y veamos lo que realmente es, será en ese momento, y te robo una de tus líneas, cuando podremos tomar té pero con el agua del Atlántico y fumar opio permitiéndonos ver en nuestro interior que nuestra alma tiene forma de felino.

Dejando a un lado el texto y permitiéndome un detalle, es en estos momento cuando realmente me siento hacer filosofía. Cuando se abre el debate con grandes mentes que no titulan de cátedras ni de despachos en facultades muertas de pensamiento. Sino que están coronados con las líneas mágicas de Toth y la velocidad de Hermes, garantizando el fluir de ideas que conmueven el interior de mentes ávidas de conocimiento. Muchas gracias por mantener vivo el deseo del saber.

Atentamente, Eduardo Vergara Aguilar, Sin Palabras desde el Infierno.